domingo, 20 de junio de 2010

A 190 años de la muerte de Manuel Belgrano y el Día de la Bandera

El 20 de junio es celebra el Día de la Bandera, pero ese no fue el día en que fue enarbolada por primera vez. Es el día en que su creador, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, porteño nacido un 3 de junio de 1770 en una familia acaudalada. Hijo de un mercader italiano y una criolla de Santiago del Estero, pasaba a la inmortalidad sumido en la más absoluta pobreza e indiferencia.

En contra de los deseos de su padre, Manuel Belgrano sigue la carrera de derecho en España. Por sus excelentes calificaciones, recibe una autorización especial del Papa Pío VI para acceder a toda clase de literatura aunque fuesen heréticas. Así, tomó conocimiento de las ideas de Montesquieu y Rousseau. Codeándose con los intelectuales de España se hizo eco de las ideas de la Revolución Francesa.

También dedico su interés al estudio de las lenguas vivas, la economía política y al derecho público. Vio en ese entonces la posibilidad de aplicar en el Río de la Plata los postulados capitalistas de Adam Smith y la teoría fisiocrática de Quesnay. En 1794 regresó a Buenos Aires donde ejerció el cargo de Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio, función que ejerció hasta 1810. Debido a la fuerte oposición de las oligarquías locales y las restricciones políticas, las modificaciones que deseaba en el campo económico y productivo no pudieron ser implementadas, se dedicó entonces a la educación, porque había aprendido "que la auténtica riqueza de los pueblos se hallaba en su inteligencia y que el auténtico fomento de la industria se encontraba en la educación." Las diferentes escuelas que creo, como la de Náutica, de Geometría y Dibujo, de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva fueron cerradas luego de tres años de funcionamiento, porque las Corona los consideraba lujos innecesarios para una colonia. Belgrano consideró que el impulso educativo "no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales". Belgrano fue sin dudas el primer economista de Sudamérica.

Otra de sus vocaciones fue el periodismo. En 1801 colaboró en la fundación del primer periódico que se editó en nuestro país: el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata. El virrey Del Pino, molesto por el contenido político de la publicación y por la gran influencia que fue adquiriendo, decidió clausurar el Telégrafo el 17 de octubre de 1802. En marzo de 1810 editó el Correo de Comercio, donde volvió a insistir con la necesidad de industrializar la economía, fomentar el comercio interno y el librecambio. Desde sus publicaciones defendía la libertad de prensa. “Es tan justa dicha facultad -decía- como lo es la de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería el tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies a todos los ciudadanos. Es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la Nación, y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca.”

Otra faceta poco conocida Manuel Belgrano es su colaboración con la Constitución Nacional de 1853. Mientras se dirigía hacia Paraguay redactó las bases del primer proyecto constitucional del Río de la Plata: el “Reglamento para el Régimen Político y Administrativo y Reforma de los 30 Pueblos de las Misiones”. Este reglamento fue agregado por Alberdi como una de las bases de la Carta Magna. Entre otras cosas, el documento establecía la libertad a todos los naturales de las Misiones, exenciones de tributos hasta que puedan producir y vivir dignamente, establecimientos de escuelas gratuitas, igualdad entre criollos y naturales, habilitación para ocupar cualquier empleo incluso militar y eclesiástico.

Belgrano, si bien había participado en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, no era un militar de formación profesional aunque le adjudicaron el grado de General. Luego de establecer una batería para repeler los ataques españoles en las barrancas del Paraná, el General Belgrano, solicito permiso al Triunvirato para que sus soldados usaran una escarapela. Por decreto fue aprobado el día 18 de mayo de 1812. La Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata era acorde al diseño propuesto por Belgrano. Blanco y azul celeste, quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían. De hecho, los soldados de Belgrano usaron la escarapela meses antes, el 23 de febrero de 1812, para que "acaben de confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de América". Al secretario del Triunvirato, Bernardino Rivadavia, la mención de la palabra independencia no le agrada demasiado como a muchos otros, temerosos de enfurecer a Inglaterra cuya Corona no aprobaría, de momento, ningún movimiento independentista en el continente.

A Belgrano en cambio, la idea de la independencia lo entusiasmaba de corazón, y lo demostraba sin vacilar. Diseñó una bandera con los mismos colores que la escarapela, cosida por doña María Catalina Echeverría, fue enarbolada por primera vez en Rosario, a orillas del río Paraná. Allí, en las baterías "Libertad" e "Independencia" hizo jurarle fidelidad a sus soldados diciendo: "Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad". Luego, mandó una carta al Gobierno comunicando el hecho. Este mismo día, el Triunvirato le ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte, desmoralizado después de la derrota de Huaqui. A Rivadavia tal atrevimiento le parecía una locura y le ordeno sustituirla por la misma bandera que usaban en Buenos Aires. Pero, cuando la orden salió de la capital, Belgrano ya marchaba hacia el norte y, por esta razón, no se enteró del rotundo rechazo del Gobierno a la nueva bandera, que fue bendecida el 25 de mayo de 1812 en la Catedral de Salta.

Recién en julio se notificó de la molestia de Rivadavia y respondió con una carta en donde se podía apreciar el profundo dolor e indignación que lo invadía: "La desharé para que no haya ni memoria de ella. Si acaso me preguntan responderé que se reserva para el día de una gran victoria y como está muy lejos, todos la habrán olvidado".

Todo parece indicar que la primera bandera tenía dos franjas verticales, una blanca y una azul celeste, como la del Ejército de los Andes, que usará San Martín en sus campañas libertadoras. A partir de 1813, en Buenos Aires y el Litoral, la bandera sufre una transformación. Comienza a usarse una con tres franjas horizontales, celeste, blanca y celeste. Colores de la casa de Borbón, la adopción de estos colores parecía una demostración de fidelidad al rey cautivo Fernando VII.

Pero la historia de Belgrano no termina cuando guardó la bandera original. Belgrano se hizo cargo de 1500 soldados, de los cuales 500 estaban heridos o enfermos, armados con 600 fusiles y 25 balas para cada uno, era todo lo que quedaba de Ejército del Norte que estuvo al mando de Pueryrredón. El General hizo lo imposible, reorganizarlo y gracias a la población jujeña pudo proveerlo de lo indispensable para llevar a cabo una ofensiva. A Belgrano se le ocurrió repartir terrenos a cada regimiento para cultivo, así pudieron alimentarse y el excedente venderlo para provecho de todos los soldados.

A fines de julio de 1812, los realistas se disponían a invadir Jujuy, superado ampliamente en número y recursos, Belgrano sabía que no tenían ninguna posibilidad de derrotarlos. Decide entonces abandonar Jujuy arrasando todo en la retirada, ni casas, ni alimentos, ni animales, ni hierro. Nada debía quedar utilizable para los realistas. A Belgrano se lo tildó de "flojo" por varios contemporáneos suyos y algunos historiadores, pero eso se contradice con su actitud durante el éxodo jujeño. A los oligarcas locales no les dio alternativa: o quemaban todo y se unían al éxodo o serían fusilados.

Belgrano tenía órdenes de dirigirse a Montevideo para combatir a Artigas. Sin embargo, desobedece la orden y se fortalece en Tucumán. Las fuerzas realistas y criollas se enfrentan el 24 de septiembre de 1812 y los españoles se retiran hacia el norte. Belgrano y su ejército victorioso persiguen a los europeos y los derrotan el 20 de febrero de 1813 en Salta. El Ejército del Norte se aventuró al Alto Perú, los realistas habían recibido refuerzos desde Lima y resultan victoriosos en Vilcapugio y en Ayohúma. Belgrano, enfermo de paludismo se retira con su maltrecho ejército hasta Yatasto, donde le traspasó el mando al General José de San Martín.

Como premio por las victorias de Tucumán y Salta, recibió por parte de la Asamblea del año XIII un premio de 40.000 pesos fuertes (unos 80 kilos de oro). Belgrano, con una humildad digna de imitar exclama: "He creído propio de mi honor y de los deseos por la prosperidad de mi patria, destinar los cuarenta mil pesos que me fueran otorgados como premio por los triunfos de Salta y Tucumán, para la dotación de escuelas públicas de primeras letras".

En 1814, el Directorio encomendó a Rivadavia y a Belgrano la misión de conseguir la aprobación de las potencias europeas para la declaración de la nuestra independencia. La misión diplomática fue un fracaso rotundo. Napoleón estaba en su debacle y las ideas de la Revolución Francesa parecían extinguirse e incluso, Fernando VII recuperó el trono.

Cuando regresó a Sudamérica participó del Congreso de Tucumán. Se sumó al tipo de gobierno monárquico pero con una diferencia sustancial, pretendía coronar a un descendiente de los incas, como reparación histórica por el genocidio de cometido por las invasiones europeas. Esta propuesta estaba respaldada por el mismo San Martín y Martin Miguel de Güemes.

Poco después Belgrano volvió a comandar al Ejército que le dio heroicas victorias y derrotas por igual. El Ejército del Norte estaba en peores condiciones que la primera vez que lo vio. José Roundeau fue uno de los comandantes más corruptos que se hayan visto, mientras él vivía en la abundancia los soldados lo hacían en las más absolutas miserias. Belgrano varias veces solicitó ayuda económica a Buenos Aires para mantener al ejército en condiciones humanas pero nunca recibió una respuesta.

A principios de 1820 la última misión encomendada a Belgrano fue la de pacificar la provincia de Santa Fe. Pero abandonó la comandancia a los pocos días y regresó a Buenos Aires. Estaba gravemente enfermo. Su cuadro clínico se componía de la sífilis, paludismo y retención de líquidos que lo mantenía casi siempre postrado. Belgrano se dirige al gobernador Manuel de Sarratea con una carta detallándole los sueldos que el gobierno le adeudaba, no recibe respuesta, por lo que envía una segunda carta, tras la cual Sarratea le liquida una cifra humillante. Belgrano había invertido toda su fortuna personal durante los últimos diez años, había vendido todos sus objetos de valor, y a su médico tuvo que pagarle con su reloj.

Unos días antes de morir dijo a su amigo Caledonio Balbín: "Amigo Balbín, me hallo muy malo, duraré pocos días, espero la muerte sin temor, pero llevo un gran sentimiento al sepulcro: muero tan pobre, que no tengo como pagarle el dinero que usted me tiene prestado...

Aquel 20 de junio de 1820, Buenos Aires estaba envuelta en una guerra civil, la ciudad tuvo en un mismo día tres gobernadores, y sin que nadie lo notara, moría Manuel Belgrano. El único diario local que se ocupó de su muerte fue "El Despertador Teofilantrópico" que publicó: "Es un deshonor a nuestro suelo, es una ingratitud que clama el cielo, el triste funeral, pobre y sombrío que se hizo en una iglesia junto al río, al ciudadano ilustre General Manuel Belgrano".

A 190 años de su paso a la inmortalidad, sus vanguardistas ideas siguen sin aplicarse en su totalidad. A pesar de todo lo que hizo por nuestra nación, con la humildad de espíritu que lo caracterizaba dijo: “Mucho me falta para ser un padre de la Patria, me conformo con ser un buen hijo de ella”. Seamos nosotros la generación que reciba su legado con orgullo y determinación para construir juntos la nación que él vislumbró, seamos igual que él, buenos hijos de la patria.

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